LA CUARTA EXPEDICIÓN
Hernán Cortés quien ya había patrocinado
tres viajes de exploración de la Mar del Sur (Océano Pacífico) y los cuales
habían terminado en fracasos, decide enviar un cuarto viaje de exploración
a la Mar del Sur al mando de Francisco de Ulloa en 1539. Partió la expedición
del puerto de Acapulco el día 8 de Julio del año citado a bordo de los buques
Santo Tomás, Santa Águeda y Trinidad, a la altura de las Islas Marías se vieron
obligados a abandonar el navío Santo Tomás, por lo cual continuaron el viaje
de exploración en los dos buques restantes.
Ingresaron al Golfo de California y visitaron en el viaje de ida y de regreso
la abandonada población de la Santa Cruz, conocida actualmente como la ciudad
de La Paz, en el viaje de ida llegaron al extremo norte del golfo el 28 de
septiembre, a lo que se conoce actualmente como desembocadura del Río Colorado
y llamaron a la boca del río Ancón de San Andrés, una breve acta fue levantada
cuyo texto se transcribe:
Yo Pedro de Palenzia, escribano público desta armada, doy fe e verdadero
testimonio a todos los señores que la presente vieren, a quienes Dios nuestro
señor guarde de mal, como en veinte e ocho días del mes de septiembre de quinientos
e treinta e nueve años, el muy magnfifíco señor Francisco de Ulloa, teniente
de gobernador y capitán desta armada por el iustrísimo señor Marqués del
Valle de Guajaca, tomó posesión en el ancón de San Andrés y mar bermeja, que
es en la costa desta Nueva España hazia el Norte, que está en altura de treinta
y tres grados y medio, por el dicho Sr. Marqués del Valle en nombre del Emperador
nuestro rey de Castilla, actual y realmente, poniendo mano a la espada, diziendo
que si abía alguna persona que se lo contradijese, que él estaba presto para
se lo defender, cortando con ella árboles, arrancando yerbas, meneando piedras
de una parte a otra, y sacando agua de la mar; todo en señal de posesión.
Testigos que fueron presentes a lo que dicho es los reverendos padres del
señor San Francisco, el padre Fray Raymundo, el padre fray Antonio de Mena,
Francisco de Terrazas, veedor Diego de Haro, Gabriel Márquez. Fecho día mes
y año susodicho. E yo Pedro de Palenzia, escribano público desta armada, le
escribí según ante mi pasó; por ende fize aquí este signo mío, que es tal,
en testimonio de verdad. — Pedro de Palencia, escribano público. Frater Ramundus
Alilius, Frater Antonius de Mena, — Gabriel Márquez. — Diego de Haro. — Francisco
de Terrazas.
Después de haber desembarcado y tomado posesión de las tierras del extremo
norte de la Mar Bermeja (conocido hoy en día como Golfo de California), nombre
que le dieron por la coloración rojiza de las aguas, que se teñían con las
aguas procedentes del Río Colorado, iniciaron el regreso al poblado de la
Santa Cruz, doblaron el Cabo San Lucas e ingresaron en el Océano Pacífico.
Por la actual Bahía Magdalena pasaron el día 5 de diciembre sin haber ingresado
por estar herido Ulloa, a causa de una escaramuza que sostuvo con los nativos.
Con fecha de 5 de Abril de 1540 dirigió a Cortés desde la Isla de Cedros
una relación de los sucesos de la exploración en el navío Santa Águeda, en
el navío Trinidad continuó con la exploración, nunca más se supo de Francisco
de Ulloa y de sus compañeros de navegación.
Hernán Cortés murió en el viernes 2 de diciembre del año 1547 en Castilleja
de la Cuesta, tratando de volver a sus posesiones americanas.
Hernán Cortés fue inhumado varias veces. La causa de los traslados de sus
restos mortales radica en el hecho que en sus testamentos cambió en más de
una ocasión la ubicación del lugar en donde deseaba reposar por toda la eternidad.
Cuando residía en la Nueva España, primero solicitó ser sepultado en la iglesia
contigua al hospital de Jesús [1], hospital que el conquistador había fundado,
posteriormente declaró sus deseos de ser sepultado en un monasterio que había
ordenado construir en Coyoacán, una población aledaña a la capital mexicana,
monasterio que nunca fue construido debido a que tuvo que partir a España
con el fin de enfrentarse a un juicio de residencia que se le siguió.
En España ya cansado y enfermo a mediados de octubre de 1547 modificó su
testamento para indicar que debería ser sepultado en la parroquia del lugar
donde falleciera. Su muerte en España trajo como consecuencia que fuera inicialmente
sepultado en el monasterio de San Isidoro del Campo, en Santiponce (Sevilla),
en la cripta de la familia del duque de Medina Sidonia bajo las gradas del
altar mayor con un epitafio que le dedicó su hijo Martín Cortés, segundo Marqués
del Valle. El epitafio que le dedicó su hijo decía:
Padre cuya suerte impropiamente
Aqueste bajo mundo poseía
Valor que nuestra edad enriquecía,
Descansa ahora en paz, eternamente.
En 1550 a tres años de su muerte, sus restos fueron cambiados de lugar dentro
de la misma iglesia, y esta vez fue inhumado justo a un lado del altar dedicado
a Santa Catalina. Durante 19 años sus restos yacieron en el monasterio de
San Isidoro hasta que en 1566 sus restos mortales fueron transladados a la
Nueva España y sepultado junto con su madre y una de sus hijas en el templo
de San Francisco de Texcoco, ubicado en la población de Texcoco cercana a
la ciudad de México. Sus restos yacerían allí hasta 1629.
En 1629 a la muerte de Don Pedro Cortés, cuarto Marqués del Valle y último
descendiente de Hernán Cortés en línea masculina, las autoridades civiles
y eclesiásticas de la colonia española decidieron sepultarlos en la misma
iglesia, así que los restos de Cortés fueron inhumados cerca del altar mayor
(en un nicho detrás del Sagrario) en la iglesia del convento de San Francisco,
ubicado frente a la plaza de Santo Domingo en la capital mexicana, allí dejaron
grabada la siguiente inscripción «Ferdinandi Cortés ossa servatur hic famosa».
En 1716 una remodelación del templo de San Francisco obligó a los franciscanos
a exhumar los restos y trasladarlos a la parte posterior del retablo mayor,
lugar en el que permanecerían durante 78 años.
En 1794 las autoridades de la colonia exhumaron nuevamente los restos de
Cortés con el fin de cumplir con los deseos del conquistador de México que
en una ocasión solicitó ser sepultado en la iglesia contigua al Hospital de
Jesús, así que sacaron la osamenta de Cortés del templo de San Francisco que
yacía en su nicho en una urna de madera y cristal con asas de plata y pintado
en la cabecera de la urna el escudo de armas del Marqués de Oaxaca, sus restos
fueron trasladados con gran pompa a lo que se creía sería su última morada,
se colocaron blandones de plata sobre el sepulcro y dentro del templo se
erigió un zócalo y sobre el zócalo un busto del conquistador, en ese sitio
sus restos descansarían durante 23 años.
En 1823, a los dos años de la Independencia de México inició el memorial
para honrar a los insurgentes muertos durante la guerra de independencia,
los restos de ellos fueron llevados a la ciudad de México en cuya catedral
fueron depositados, un gran movimiento nacionalista surgió entre los habitantes
de la capital mexicana al grado que se temió que una turba asaltara el templo
para tomar los restos de Cortés, por ello el ministro mexicano Lucas Alamán
y el capellán mayor del Hospital desmantelaron la noche del 15 de septiembre
el mausoleo, en tanto el busto y demás ornamentos fueron enviados a Italia
para hacer creer a los agitadores que los restos mortales de Cortés habían
salido del país, en realidad la urna con la osamenta fue escondida bajo la
tarima del templo del Hospital de Jesús, durante trece años los restos permanecieron
escondidos allí.
En 1836, ya calmadas las pasiones se extrajeron los restos y fueron depositados
en un nicho que se construyó en la pared del templo a un lado de donde estuvo
el mausoleo, en ese lugar reposaron los restos durante 110 años hasta ser
encontrados. El ministro Lucas Alamán en algún momento informó a la embajada
española del lugar en el cual habían depositado los restos de Cortés.
En 1946, algunos historiadores del Colegio de México tuvieron acceso al
acta notarial en la cual se detallaba la última morada de Cortés y decidieron
buscar los restos, el domingo 24 de noviembre del mismo año los historiadores
encontraron el nicho que guardaba la urna, después de realizar algunos estudios
para autentificar los huesos procedieron a restaurar la urna y recomendaron
conservar los restos de Hernán Cortés en el mismo lugar.
El 28 de noviembre de 1946 el presidente de México expidió un decreto mediante
el cual confirió al Instituto Nacional de Antropología e Historia la custodia
de los restos mortales de Hernán Cortés.
El 9 de julio de 1947 se reinhumaron los restos en el mismo lugar en el
que los encontraron y se puso sobre el muro de la iglesia una placa de bronce
con el escudo de armas de Cortés grabado y la inscripción:
HERNÁN CORTÉS
1485-1547
Al final, los restos del conquistador español descansan en el lugar que
eligió en su juventud para ser sepultado.