Los ángeles son
criaturas, totalmente espirituales, sustancias completas, superiores al hombre
e inferiores a Dios, con una enorme capacidad de intelegencia y de amor.
No tienen cuerpo ni pueden unirse a ningún cuerpo, pero se representan
sensiblemente: a) Para ayudar a nuestra imaginación; b) Porque así
han aparecido a los hombres, como leemos en la Sagrada Escritura. Como todos
los espíritus están dotados de inteligencia y voluntad.
Dios ha creado a los ángeles con un doble fin: a)
Para que eternamente lo alaben y bendigan; b) Para ser los ejecutores de
sus órdenes, como lo indica su nombre, pues ángel significa
mensajero. Dios creó a los ángeles en estado de inocencia
y de gracia. Y además, a los que permanecieron fieles los recompensó
con la gloria. Su existencia conta en muchos lugares de la Escritura (Lucas
2,13; 8,30; Mateo 26, 54; Apocalipsis 5,11; Daniel 7,10).
Los ángeles buenos son los que permanecieron fieles
a Dios; y fueron en recompensa confirmados en gracia. Se dividen en tres
jerarquías, y cada jerarquìa en tres coros: la jerarquía
suprema la forman los serafines, querubines y tronos; la segunda, las dominaciones,
virtudes y potestades; y al inferior, los principados, arcángeles y
ángeles.
Llamamos ángel custodio o ángel de la Guarda
al ángel que Dios da a cada hombre para que lo defienda y custodie
desde el nacimiento hasta la muerte. La existencia del ángel de la
guarda consta en la Escritura (Salmo 91,11). Los ángeles custodios
se interesan grandemente por nuestro bien: 1) Nos sugieren buenos pensamientos
y deseos de virtud; 2) Nos defienden de múltiples peligros de alma
y cuerpo; 3) Presentan a Dios nuestras oraciones y buenas obras y nos alcanzan
de Él gracias y favores.