BEATO CEFERINO GIMENEZ MALLA
1936 d.C.
2 de agosto
Hijo de padres gitanos españoles,
Ceferino Giménez Malla, conocido familiarmente como «el Pelé»,
nació en Fraga (provincia de Huesca), probablemente el 26 de agosto
de 1861, fiesta de san Ceferino Papa, de quien tomó el nombre, y fue
bautizado ese mismo día.
Como su familia, Ceferino también fue un gitano que vivió
siempre como tal, profesando la ley gitana tanto en su formación como
en el desarrollo de su vida.
De niño recorrió los caminos montañosos
de la región, dedicado a la venta ambulante de los cestos que fabricaba
con sus manos. Todavía joven, se casó, al estilo gitano, con
Teresa Giménez Castro, una gitana de Lérida de fuerte personalidad,
y se estableció en Barbastro. En 1912 regularizó la unión
con «su Teresa» celebrando el matrimonio según el rito
católico. Comenzó desde entonces a frecuentar la iglesia hasta
convertirse en un cristiano modelo. No tuvo hijos, pero adoptó de
hecho a una sobrina de su esposa, llamada Pepita, cuyos hijos viven todavía
en 1997.
El Pelé dedicó los mejores años de su vida
a la profesión de tratante experto en la compraventa de caballerías
por las ferias de la región. Llegó a tener una buena posición
social y económica, que estuvo siempre a la disposición de
los más necesitados.
Acusado injustamente de robo y encarcelado, fue declarado inocente.
El abogado que lo defendía dijo: «El Pelé no es un ladrón,
es san Ceferino, patrón de los gitanos».
Sumamente honrado, jamás en los tratos engañó
a nadie. Por su reconocida prudencia y sabiduría, lo solicitaban payos
y gitanos para solucionar los conflictos que a veces surgían entro
ellos. Piadoso y caritativo, socorría a todos con sus limosnas. Fue
un ejemplo de religiosidad: misa diaria, comunión frecuente, rezo
cotidiano del santo rosario. Aunque no supo nunca ni leer ni escribir, era
amigo de personas cultas y fue admitido como miembro en diversas asociaciones
religiosas: Jueves eucarísticos, Adoración nocturna, Conferencias
de San Vicente de Paúl y Tercera Orden Franciscana. Le gustaba dedicarse
a la catequesis de los niños, a quienes contaba pasajes de la Biblia
y les enseñaba las oraciones y el respeto a la naturaleza.
Al inicio de la guerra civil española, en los últimos
días de julio de 1936, fue detenido por salir en defensa de un sacerdote
que arrastraban por las calles de Barbastro para llevarlo a la cárcel,
y por llevar un rosario en el bolsillo. Le ofrecieron la libertad si dejaba
de rezar el rosario. Prefirió permanecer en la prisión y afrontar
el martirio. En la madrugada del 8 de agosto de 1936, lo fusilaron junto
a las tapias del cementerio de Barbastro. Murió con el rosario en
la mano, mientras gritaba su fe: «Viva Cristo Rey». Juan Pablo
II lo beatificó el 4 de mayo de 1997, y estableció que su fiesta
se celebre el 4 de mayo.