CUARTO MANDAMIENTO
"HONRARÁS A TU PADRE Y MADRE"



   El hombre está destinado por Dios a vivir en sociedad, y donde varios viven juntos es necesario que exista un orden; orden que supone que haya quien mande y quien obedezca. Al que manda se le llama autoridad: en la vida familiar, son los padres; en la vida civil los gobernantes; en la Iglesia, la jerarquía eclesiástica. La autoridad es necesaria y sin ella no habría sociedad. Toda autoridad legítima viene de Dios, pues siendo Dios el Creador y Soberano Señor del universo, sólo a El corresponde gobernar a los hombres (Romanos 13,1-2).

   Las obligaciones de los hijos con sus padres pueden sintetizarse en el amor, el respeto, la obediencia y la ayuda en sus necesidades (Eclesiástico 3,9; Deuteronomio 5,16). No respeta a sus padres el hijo que: 1) habla mal de ellos o los desprecia;
2) les echa en cara sus defectos; 3) les dirige palabras altaneras, o bien los injuria o se burla de ellos; 4) los trata con palabras y acciones tales que les haría parecer como iguales suyos, por la desfachatez o vulgaridad de las expresiones (Colosenses 3,20; Lucas 2,51; Éxodo 21, 15-17; Ecleciástico 3,18; Genesis 9, 20-27).

 Dentro de este mandamiento se incluyen, además de los padres, otras personas a las que se debe obediencia, amor y respeto de forma especial: 1) los hermanos: es de particular importancia entre hermanos esforzarse en las virtudes de la convivencia, evitando enojos, discusiones, envidias; el egoísmo en una palabra; 2) familiares y amigos: el amor y respeto a la familia alcanza de modo particular a los abuelos, tíos, primos y a los amigos; 3) los maestros: que en la escuela hacen las veces de padres; por consiguiente, los alumnos les deben el respeto, cariño, docilidad y agradecimiento que tributarían a sus padres si éstos se encargan totalmente de su instrucción. Pecan contra este precepto los discípulos que desobedecen, se dejan llevar por la pereza, murmuran o calumnian a sus maestros, o se manifiestan irrespetuosos; 4) los pastores de la Iglesia: porque somos hijos de la Iglesia, tenemos la obligación de amar a los que la gobiernan, rezar por ellos y obedecer sus indicaciones. Además la lealtad nos pide no murmurar nunca; 5) la patria y las autoridades civiles: como toda autoridad viene de Dios, debemos amar y servir a la patria, nuestra madre común, respetar y obedecer a las autoridades civiles, y cumplir las leyes, siempre que sean justas. Nos fijaremos especialmente en este deber, y en el que se origina para con las personas que se encuentran al servicio del hogar.

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(Escuela Cima)