Ante las súplicas
del pueblo al ya anciano juez Samuel para que nombrara un rey que los librara
de los invasores filisteos, aquél, aunque creía que Dios debía
ser el único soberano de Israel, consultó a Yahveh y ungió
a Saúl, de la tribu de Benjamín. Saúl, hombre de gran
valor y gran estatura, se mostró al principio un rey firme, que derrotó
a amonitas, moabitas y filisteos, y estableció su capital en la ciudad
liberada de Yábes-Galaad.
Con el paso del tiempo, sin embargo, Saúl se envaneció
y pretendió usurpar las funciones del sacerdocio, así como
aumentó su desobediencia a los mandatos que Dios le hacía.
Lo que había sido el motivo de su reinado (liberar a Israel del yugo
extranjero -principalmente de los filisteos- perdió el rumbo). Lo
que intentaba ser una Teocracia se fue transformando en una hierocracia.
En el capitulo 15 de I Samuel encontramos cómo Saúl es rechazado
por Yahveh. Debido a esto ordenó a Samuel que consagrara secretamente
a David. Éste marchó a la corte de Saúl como arpista,
pero los continuos triunfos militares que sucedieron a su victoria frente
a Goliat provocaron los celos del rey, que intentó matarlo. Sólo
gracias a la ayuda de su esposa Mical, hija de Saúl, David pudo huir.
En uno de sus viajes, la Biblia dice que Saúl fue tentado por el demonio
y cayó en sus garras, casi matando a David.