SEXTO MANDAMIENTO: NO COMETERÁS
ACTOS IMPUROS
NOVENO MANDAMIENTO: NO DESEARÁS LA MUJER DE TU PRÓJIMO
La lujuria es un deseo o goce
desordenado del placer venéreo. El placer sexual es moralmente desordenado
cuando es buscado por sí mismo, separado de las finalidades de procreación
y de unión.
Por masturbación se ha de entender la excitación
voluntaria de los órganos genitales a fin de obtener un placer venéreo.
Tanto el Magisterio de la Iglesia, de acuerdo con una tradición constante,
como el sentido moral de los fieles, han afirmado sin ninguna duda que la
masturbación es un acto intrínseca y gravemente desordenado.
La fornicación es la unión carnal entre un hombre
y una mujer fuera del matrimonio. Es gravemente contraria a la dignidad de
las personas y de la sexualidad humana, naturalmente ordenada al bien de
los esposos, así como a la generación y educación de
los hijos.
La pornografía consiste en dar a conocer actos sexuales
reales o simulados, puesto que quedan fuera de la intimidad de los protagonistas,
exhibiéndolos ante terceras personas de manera deliberada.
La prostitución atenta contra la dignidad de la persona
que se prostituye, puesto que queda reducida al placer venéreo que
se saca de ella. El que paga peca gravemente contra sí mismo: quebranta
la castidad a la que lo comprometió su bautismo y mancha su cuerpo,
templo del Espíritu Santo ( 1 Cor. 6, 15 a 20).
La violación es forzar o agredir con violencia la intimidad
sexual de una persona. Atenta contra la justicia y la caridad.
Éxodo 20,14; Mateo 5,8; 1 Cor 6, 9-10; Mateo 5,28;
1 Tes 4,3; Rom 12, 1-2; 1 Cor 5,1; 6,20; Apoc 21,8.
El noveno mandamiento ordena vivir la pureza en el interior
del corazón, y prohíbe todo pecado interno contra esta virtud:
pensamientos y deseos impuros. El enunciado del Decálogo (cfr. Ex.
20, 17) lo prescribe diciendo: “no desearás la mujer de tu prójimo.
Pecados graves: la homosexualidad y la anticoncepción.