QUINTO MANDAMIENTO: PAGAR
DIEZMOS Y PRIMICIAS A LA IGLESIA DE DIOS
RAZON DE ESTE PRECEPTO
La Iglesia, al ser Madre
y preocuparse de las necesidades espirituales y materiales de sus hijos,
reclama de ellos oraciones, sacrificios y limosnas.
Con éstas puede ayudar a los más
necesitados: los poderes, las misiones, los seminarios, etc.
Además, la ayuda material que los
cristianos tienen obligación de prestar a la Iglesia sirve también
para el digno sustento de los ministros y para atender al esplendor del culto:
edificios, vasos sagrados, ornamentos, etc.
Por las razones expuestas, es lógico
que la Iglesia pida a sus hijos algunas contribuciones, e indica que: “los
fieles tienen el deber de ayudar a la Iglesia en sus necesidades, de modo
que disponga de lo necesario para el culto divino, las obras apostólicas
y de caridad y el conveniente sustento de los ministros” (CIC, c. 222 &
1).
La obligación de ayudar económicamente
a la Iglesia deriva del hecho de que ‚sta, aunque es divina por razón
de su origen y de su finalidad, se compone de elementos humanos y tiene necesidad
de recursos para cumplir su altísimo fin; el mismo Cristo dijo a
su discípulos: “el que trabaja tiene derecho a la recompensa” (Lc.
10, 7), y San Pablo: Dios ha ordenado que los que predican el Evangelio,
vivan del Evangelio (I Cor. 9, 14).
FORMA COMO SE CONCRETA ESTE PRECEPTO
En épocas pasadas este deber se concretaba
en la entrega de diezmos -la décima parte- o las primicias -las primeras
recolecciones- de los frutos de la tierra y de los animales. Actualmente
se ha dispuesto de manera distinta, variando las indicaciones de región
en región: así, para el sostenimiento del culto y del clero
en la arquidiócesis de México, la indicación se concreta
en aportar el equivalente de un día de trabajo al año; los
que tienen ingresos iguales o menores que el salario mínimo, no están
obligados a hacer ninguna aportación.
Conviene notar que este precepto no se cumple
con la entrega de limosnas eventuales, sino que ha de hacerse una aportación
especial cuya finalidad sea el cumplimiento de este precepto.
Ayudar a la Iglesia obliga en conciencia
y en justicia, porque de otra manera no puede atender a los gastos que demanda
la dignidad del culto debido a Dios. Esta obligación urge sobre todo
en los países en que el Estado no otorga subvenciones a la Iglesia.
(Escuela Cima)