SAN URBANO I
222-230 d.C.
San Urbano, hijo de Ponciano: sucedió
a Calixto. Fue varón santísimo de muy amable y dulce conversación,
y con el ejemplo de su vida y predicación apostólica convirtió
en Roma a nuestra santa fe gran número de ciudadanos y caballeros,
y entre ellos fueron Valeriano esposo de Santa Cecilia, y Tiburcio su hermano,
a los cuales el Santo Pontífice bautizó y animó para
que constantemente muriesen por Jesucristo; a cuya honra y veneración
San Urbano consagró la casa de Santa Cecilia y la hizo remplo. Escribió
una epístola llena de admirable doctrina de la que se coligen algunos
decretos.
Daban en aquel tiempo los fieles sus heredades y posesiones
para el culto divino y sustento de los ministros de ella y de los pobres.
Mandó Urbano que los tales bienes no se pudiesen gastar en otros
usos, añadiendo graves penas contra los que usurpasen las cosas eclesiásticas;
porque son, dice, ofrendas de los fieles, y rescate de pecados y patrimonio
de los pobres. Y porque algunas veces las mismas heredades, bienes y raíces
se vendían para socorrer a las necesidades de los pobres. Ordenó
que de allí en adelante no se vendiesen, sino que con las rentas
de ellas se proveyese las que los ministros de la Iglesia y los pobres necesitaran,
quedando siempre en pie la raíz y fuente de donde se pudiesen remediar
semejantes necesidades.
Mandó asimismo evitar al excomulgado por el obispo,
aunque no fuese de todo punto la sentencia justa; y que de mano del mismo
obispo recibiesen los fieles el sacramento de la Confirmación después
del bautismo. Fue el primero que usó patenas, cálices y vasos
de plata para el uso de la Iglesia y ministerio del sacrosanto Sacrificio
de la Misa. Y no sólo cálices y vasos de plata, más
de oro y piedras preciosas usaron los Santos en el servicio de la Iglesia,
y los fieles las ofrecían al Señor, mostrando en esto su piedad
y devoción, reconociendo que lo que los hombres tienen por más
precioso debe servir al Señor de todo lo creado, que se los dió.
Vivió el Santo Pontífice Urbano en la silla
de San Pedro seis años, siete meses y cuatro días, y habiendo
padecido y trabajado mucho por la Iglesia sel Señor, fue preso por
el prefecto Almaquio; y después de azotado cruelmente con plomadas,
fue degollado por su órden, y su cuerpo echado a las aves y bestias;
pero una santa matrona, llamada Maimenia, y su hija Lucina, lo recogieron
y sepultaron en el cementerio de Pretextato, en la Vía Apia. Su martirio
fue a los 25 de mayo del año 230 despúes de Cristo.