En
lo que respecta a su relación con la sobrenaturaleza, hay que
destacar que los animales eran seres muy cercanos a los dioses.
Numerosas eran las deidades que se vinculaban de alguna u otra forma
con los animales, ya fuera porque el dios era un animal (como
Xólotl, el dios perro), por su nombre (como Quetzalcóatl-
serpiente emplumada- o Huitzilopochtli -colibrí de la
izquierda-), por sus atavíos zoomorfos o porque se creía
que el numen tenía la capacidad de manifestarse como un animal.
Además de ser muy próximos a las deidades del
panteón mesoamericano, muchos animales tiene un papel
preponderante en los mitos, tanto en los de creación del mundo,
como los que explican la llegada de algún elemento a la vida
humana, como el fuego.
Dos conceptos fundamentales nos permiten comprender la complejidad simbólica de los animales: tonalismo y nagualismo. El primero de ellos hace referencia a la supuesta capacidad de algunos individuos para convertirse en animales, mientras que el segundo nos remite a que todos los hombres se relacionaban, por el día de su nacimiento o de su baño ritual, con algún animal. Se creía que este último sería determinante para algunos aspectos de su vida.
El tonalismo era entendido
como una forma de posesión que supuestamente realizaban los
hombres, los dioses y los muertos, en diversos seres entre los que
predominan los animales. De acuerdo con el investigador Alfredo
López Austin, la identidad anímica (una especie de alma)
que realizaba dicha posesión era el Ihíyotl, misma que se
creía estaba albergada, antes de salir de su dueño, en el
hígado. No todos tenían la capacidad de realizar estas
posesiones, sino que era una cosa de hechiceros o de personajes muy
relevantes. Tezcatlipoca es el dios que, por excelencia, se transforma
en un mayor número de animales (como el pavo y el jaguar), en
cosas o en seres fantasmales. Este concepto se encontraba
también difundido entre los mayas.
La
noción de tonalismo, se relaciona con la entidad anímica
que se creía estaba alojada en la cabeza: el tonalli. Este
concepto nos remite a que una persona podía establecer un
vínculo con un animal, "que vivía en el monte", desde los
primeros días de su vida. Esta relación sería
permanente y era sencilla de establecer. Al respecto, cabe destacar que
en el calendario ritual nahua, conocido como tonalpohualli, de veinte
signos o glifos, diez de ellos corresponden a animales (águila,
cocodrilo, conejo, jaguar, lagartija, mono, perro, serpiente, venado y
zopilote). Nacer o recibir el baño ritual en un día con
el signo de un animal implicaba una influencia para toda la vida. Por
ejemplo, el que nacía en un día conejo tendría
predisposición a ser borracho, mientras que el que lo
hacía en un día venado sería tímido o
cobarde.
La
cacería fue tan importante que en la veintena de Quecholli se
realizaban diferentes ritos en honor al dios de la caza,
Mixcóatl. Gracias a la obra de Sahagún podemos mencionar
que algunos peces, los crustáceos, el venado, el guajolote, el
perro, algunas aves y los conejos eran comestibles. Los animales
también se usaron para preparar remedios medicinales, pero
generalmente como ingredientes secundarios, ya que las hierbas eran el
principal componente. Para hacer estas preparaciones se aprovechaban
los órganos, los fluidos corporales, los huesos, las pieles, las
garras, etcétera. Un animal es especialmente importante en la
vida y en la muerte de los hombres: el perro. Los individuos que
fallecían por enfermedad común o vejez, debían ser
cremados junto con el perro de color bermejo que habían
poseído en vida. Se creía que el can sería de
ayuda para cruzar el río Chiconahuapan, que se encontraba en el
camino al Mictlan.
Este edificio, también conocido como el Huey Teocalli, se componía por dos adoratorios dedicados a los dioses Tláloc y Huitzilopochtli, los cuales se vinculaban a cierto tipo de fauna en particular. En lo que respecta al simbolismo de la mitad sur del Templo Mayor, la cual se encontraba dedicada a la deidad guerrera de los mexicas, Huitzilopochtli, se ha interpretado que representaba la Montaña Serpiente o cerro de Coatépec.
En época prehispánica los animales tenían un lugar muy especial dentro de la cosmovisión y eran una parte fundamental en la vida del hombre. Más que ser apreciados únicamente por su belleza, ser considerados como curiosidades para tener en cautiverio o como recursos alimenticios y materias primas, poseían una complejidad y una riqueza simbólica inigualable.El águila (Aquila chrysaetus) es un animal relacionado con el Sol, seguramente por la majestuosidad con que aparentemente vuela delante del astro. Esta ave participa en uno de los mitos de creación junto con el animal que es su contraparte: el jaguar. Ambos estaban estrechamente vinculados en las órdenes militares del Posclásico. Uno de los mitos prehispánicos cuenta que en Teotihuacan, lugar en el que se crearon el Sol y la Luna, el águila paso por la hoguera en que se sacrificaron los dioses que quedaron convertidos en astros. Al cruzar el águila, parte de las plumas se le quemaron: por eso es blanca con negra. El jaguar también saltó por encima de la pira y también se quemó, por lo que quedó manchado. Las plumas de águila fueron elementos muy importantes en los atavíos de los personajes de la elite mexica y también de los dioses, aspecto que queda asentado en los códices y otras representaciones.
Uno de los tres animales más importantes en Mesoamérica y también uno de los que posee mayor complejidad simbólica, fue la serpiente. Su relevancia data desde épocas muy remotas y es durante en auge de Teotihuacan que se torna un símbolo del poder político como lo plantea Taube. Diversos tipos de serpientes son representados en los códices, como por ejemplo, las de cascabel (Crotalus sp) y los coralillos (Microrous sp). La primera de ellas aparece como parte de los atavíos de muchos dioses, entre los que destaca la falda que porta Coatlicue, madre de Huitzilopochtli. En el área maya este tipo de serpiente fue muy importante como queda evidenciado en la arquitectura de Chichén Itza. Entre los mayas y en el Altiplano Central, la serpiente era un signo calendárico de buena fortuna.
Además de estas serpientes existen muchas otras de carácter mítico. Una de ellas es la xiuhcóatl, que posee ojos estelares y se identifica como el arma de Huitzilopochtli. Otras sierpes de la sobrenaturaleza son la de cuchillos y la de nubes. Sin embargo, de todas ellas la que posee una gran complejidad es Quetzalcóatl: la serpiente emplumada. Sin lugar a dudas, es un ejemplo de cómo un símbolo evolucionó en Mesoamérica hasta convertirse en una de las nociones más sólidas y con diversas connotaciones. Relacionada con la vegetación, el poder, el linaje, fue muy importante en el Altiplano Central y entre los mayas (conocida en esa área como Kukulcán), con queda evidenciado en la arquitectura y en el registro arqueológico de las grandes urbes prehispánicas. Fue símbolo del héroe cultural, responsable del esplendor de Tula y, ya en épocas tardías, adopta la forma de Ehécatl-Quetzalcóatl, dios del viento.
LAS RANAS Y LOS SAPOS
Estos animales fueron
importantes tanto en el área maya como en el Altiplano Central.
El croar de las ranas se asociaba con la llegada de las lluvias. Estos
anfibios (Rhynophrynis dorsalis) eran ataviados de color azul, por lo
que algunos autores han interpretado que se trataba de las
representaciones de los ayudantes de Tláloc (tlaloques). Esto
sucedía en la fiesta de la veintena de Tozoztontli,
celebración relacionada con el maíz, en la cual eran
sacrificadas y asadas. Otra fiesta que culminaba con la ingesta de
ranas, era la que se celebraba en el marco de la veintena de Izcalli.
Por su parte, el sapo (Bufo sp.) es un personaje del Popol Vuh: un
mensajero que fue castigado, por lo que obtuvo su peculiar
fisonomía.
LOS
COCODRILOS
El cocodrilo (Crocodylus
sp.) era el primero de los signos del calendario ritual de los nahuas y
no sólo se relacionaba con el agua y la fertilidad, sino que en
los mitos era considerado como la tierra y sus fauces como la entrada
al inframundo. Fue muy importante en el Altiplano Central y
también entre los mayas, en donde se relacionaba con uno de los
dioses más importantes: Chaak, dios de la lluvia. En el Templo
Mayor algunos cocodrilos fueron depositados en las ofrendas,
simbolizando el nivel terrestre en ellas. Al igual que sucede con otros
animales, antes de que esto sucediera, eran preparados, de tal manera
que sólo fueron encontrados en dichos depósitos los
cráneos las mandíbulas y los osteodermos.
EL PEZ
SIERRA
El pez sierra (Pristis
pectinatus) es un tiburón que se distribuye en ambos
océanos, pero que tiene una mayor frecuencia en el
Atlántico. En las ofrendas del Templo Mayor de Tenochtitlan se
han encontrado varios ejemplares representados por el cartílago
rostral y, muy probablemente, simbolizaban el nivel terrestre o
monstruo de la tierra de una manera análoga al significado que
se le daba a los cocodrilos (cipactli). De acuerdo con los informantes
de Sahagún, el pez sierra era considerado un animal muy
peligroso.
MOLUSCOS
Este tipo de fauna tuvo una gran importancia en Mesoamérica como lo evidencia la gran cantidad de ejemplares encontrados en contextos arqueológicos a cientos de kilómetros de sus ecosistemas originales. Además de ser una materia prima empleada en la elaboración de diversos artefactos entre los que se cuentan objetos que formaban parte de los atavíos de los personajes de la elite, la fauna marina era deposita sin modificación cultural, en cuyo caso generalmente representaba el plano marino del universo. El análisis realizado por el investigador Adrián Velázquez ha evidenciado que existen dos campos de significación en la colección de concha del Templo Mayor. Por un lado, hay una relación de estos materiales con aspectos acuáticos, de fertilidad, de alimentación y de generación de vida, los cuales se encuentran asociados al adoratorio de Tláloc. Por otro lado, en el ámbito sacro vinculado a Huitzilopochtli, los objetos de concha se relacionan con los astros, la guerra y los sacrificios, teniendo un sentido bélico. Ambas connotaciones no se expresan como opuestos, sino que a juicio de este investigador, parecen encontrarse sutilmente imbricados.