SENTIDO RELIGIOSO DE REALIZACIONES ESCULTORICAS

   En casi todas las culturas tradicionales antiguas y actuales se encuentran una gran variedad de ejemplos que muestran un proceso de reinterpretaciòn de la naturaleza como tòtem, tales como animales, plantas, elementos del clima, relieve y paisaje. Estas representaciones zoomorfas, fitomorfas o antropomorfas se pueden encontrar en las civilizaciones orientales, precolombinas, egipcia, africanas y en el arte popular indìgena de Mèxico.

SIMBOLISMO DE LOS ANIMALES PREHISPANICOS

   En época prehispánica los animales tenían un lugar muy especial dentro de la cosmovisión y eran una parte fundamental en la vida del hombre. Más que ser apreciados únicamente por su belleza, ser considerados como curiosidades para tener en cautiverio o como recursos alimenticios y materias primas, poseían una complejidad y una riqueza simbólica inigualable.

   Esta importancia se ve reflejada en las abundantes referencias que existen, tanto en los códices como el registro arqueológico. La recurrente presencia de los animales, ya sea de los propios ejemplares o de sus representaciones, nos remite a la estrecha relación del hombre y su ambiente, a la existencia de un conocimiento anatómico riguroso, de un estudio de los ciclos naturales, del manejo diversas técnicas de manufactura y, en muchos casos, nos dan noticia del comercio a larga distancia y de la relación entre los pueblos.

   Pese a que algunas especies fundamentales para la vida humana fueron traídas por los españoles, entre las que se cuentan los animales de carga, en época prehispánica existía una gran biodiversidad. Aves, reptiles, mamíferos, insectos, peces y moluscos, fueron muy importantes dentro de la cosmovisión prehispánica.

   De todos estos animales, los más relevantes, sin lugar a dudas, fueron el jaguar, el águila y la serpiente. El hombre poseía un gran conocimiento de las numerosas especies y las distancias no fueron obstáculo para poder obtener ciertos especimenes, como lo ejemplifica el célebre caso de la presencia de esqueletos de guacamayas encontrados en Casas Grandes, Chihuahua.

   En lo que respecta a su relación con la sobrenaturaleza, hay que destacar que los animales eran seres muy cercanos a los dioses. Numerosas eran las deidades que se vinculaban de alguna u otra forma con los animales, ya fuera porque el dios era un animal (como Xólotl, el dios perro), por su nombre (como Quetzalcóatl- serpiente emplumada- o Huitzilopochtli -colibrí de la izquierda-), por sus atavíos zoomorfos o porque se creía que el numen tenía la capacidad de manifestarse como un animal. Además de ser muy próximos a las deidades del panteón mesoamericano, muchos animales tiene un papel preponderante en los mitos, tanto en los de creación del mundo, como los que explican la llegada de algún elemento a la vida humana, como el fuego.

   Dos conceptos fundamentales nos permiten comprender la complejidad simbólica de los animales: tonalismo y nagualismo. El primero de ellos hace referencia a la supuesta capacidad de algunos individuos para convertirse en animales, mientras que el segundo nos remite a que todos los hombres se relacionaban, por el día de su nacimiento o de su baño ritual, con algún animal. Se creía que este último sería determinante para algunos aspectos de su vida.

TONALIMO Y NAGUALISMO

   El tonalismo era entendido como una forma de posesión que supuestamente realizaban los hombres, los dioses y los muertos, en diversos seres entre los que predominan los animales. De acuerdo con el investigador Alfredo López Austin, la identidad anímica (una especie de alma) que realizaba dicha posesión era el Ihíyotl, misma que se creía estaba albergada, antes de salir de su dueño, en el hígado. No todos tenían la capacidad de realizar estas posesiones, sino que era una cosa de hechiceros o de personajes muy relevantes. Tezcatlipoca es el dios que, por excelencia, se transforma en un mayor número de animales (como el pavo y el jaguar), en cosas o en seres fantasmales. Este concepto se encontraba también difundido entre los mayas.

   La noción de tonalismo, se relaciona con la entidad anímica que se creía estaba alojada en la cabeza: el tonalli. Este concepto  nos remite a que una persona podía establecer un vínculo con un animal, "que vivía en el monte", desde los primeros días de su vida. Esta relación sería permanente y era sencilla de establecer. Al respecto, cabe destacar que en el calendario ritual nahua, conocido como tonalpohualli, de veinte signos o glifos, diez de ellos corresponden a animales (águila, cocodrilo, conejo, jaguar, lagartija, mono, perro, serpiente, venado y zopilote). Nacer o recibir el baño ritual en un día con el signo de un animal implicaba una influencia para toda la vida. Por ejemplo, el que nacía en un día conejo tendría predisposición a ser borracho, mientras que el que lo hacía en un día venado sería tímido o cobarde.

  Los animales fueron muy importantes en la vida cotidiana. De acuerdo con los estudios realizados por los biólogos, en época prehispánica fueron domesticados el perro, el guajolote, las guacamayas y los pericos. En lo que respecta a la alimentación, ésta fue muy importante en la cosmovisión prehispánica y, aunque los mantenimientos principales en Mesoamérica fueron el maíz y otros productos agrícolas, algunos animales se consideraban comestibles.

   La cacería fue tan importante que en la veintena de Quecholli se realizaban diferentes ritos en honor al dios de la caza, Mixcóatl. Gracias a la obra de Sahagún podemos mencionar que algunos peces, los crustáceos, el venado, el guajolote, el perro, algunas aves y los conejos eran comestibles. Los animales también se usaron para preparar remedios medicinales, pero generalmente como ingredientes secundarios, ya que las hierbas eran el principal componente. Para hacer estas preparaciones se aprovechaban los órganos, los fluidos corporales, los huesos, las pieles, las garras, etcétera. Un animal es especialmente importante en la vida y en la muerte de los hombres: el perro. Los individuos que fallecían por enfermedad común o vejez, debían ser cremados junto con el perro de color bermejo que habían poseído en vida. Se creía que el can sería de ayuda para cruzar el río Chiconahuapan, que se encontraba en el camino al Mictlan.

   En el marco del Proyecto Templo Mayor se han recuperado, en contexto de ofrendas, más de doscientas especies correspondientes a once grupos zoológicos. Además de los restos óseos, numerosas referencias de piedra, hueso, concha y cerámica han sido encontradas en las excavaciones arqueológicas.

   Este edificio, también conocido como el Huey Teocalli, se componía por dos adoratorios dedicados a los dioses Tláloc y Huitzilopochtli, los cuales se vinculaban a cierto tipo de fauna en particular. En lo que respecta al simbolismo de la mitad sur del Templo Mayor, la cual se encontraba dedicada a la deidad guerrera de los mexicas, Huitzilopochtli, se ha interpretado que representaba la Montaña Serpiente o cerro de Coatépec.

   En época prehispánica los animales tenían un lugar muy especial dentro de la cosmovisión y eran una parte fundamental en la vida del hombre. Más que ser apreciados únicamente por su belleza, ser considerados como curiosidades para tener en cautiverio o como recursos alimenticios y materias primas, poseían una complejidad y una riqueza simbólica inigualable.

EL JAGUAR Y EL PUMA

   Uno de los animales más importantes dentro de la cosmovisión prehispánica fue el jaguar (Felis onca). Desde tiempos muy remotos los Olmecas representaban hombres con rasgos de felino. Siglos después, en Teotihuacan, este animal fue un motivo muy común, pero se representaba con atributos de otros animales, como aves y serpientes. El jaguar simbolizaba la noche y era el nagual por excelencia de los hombres más importantes (como el gobernante o los sacerdotes), de los hombres vinculados a lo sobrenatural (como los hechiceros) y de los propios dioses (como Tezcatlipoca). La relación con este dios fue muy estrecha, ya que en los mitos de creación este numen fue el primer Sol, que al ser desplazado por Quetzalcóatl, se convirtió en jaguar. Una prueba más del estrecho vínculo entre el felino y el dios la encontramos en Tepeyólotl (Corazón del monte), deidad que es una advocación de Tezcatlipoca y se representa como un jaguar. Era el compañero del águila por eso, en el Posclásico tardío, a los guerreros valientes se les llamaba cuauhtli- océlotl (águila-jaguar). El puma estaba estrechamente relacionado con el jaguar y es el felino más representado en las ofrendas del Templo Mayor de Tenochtitlan.

EL AGUILA

   El águila (Aquila chrysaetus) es un animal relacionado con el Sol, seguramente por la majestuosidad con que aparentemente vuela delante del astro. Esta ave participa en uno de los mitos de creación junto con el animal que es su contraparte: el jaguar. Ambos estaban estrechamente vinculados en las órdenes militares del Posclásico. Uno de los mitos prehispánicos cuenta que en Teotihuacan, lugar en el que se crearon el Sol y la Luna, el águila paso por la hoguera en que se sacrificaron los dioses que quedaron convertidos en astros. Al cruzar el águila, parte de las plumas se le quemaron: por eso es blanca con negra. El jaguar también saltó por encima de la pira y también se quemó, por lo que quedó manchado. Las plumas de águila fueron elementos muy importantes en los atavíos de los personajes de la elite mexica y también de los dioses, aspecto que queda asentado en los códices y otras representaciones.

LA SERPIENTE

  Uno de los tres animales más importantes en Mesoamérica y también uno de los que posee mayor complejidad simbólica, fue la serpiente. Su relevancia data desde épocas muy remotas y es durante en auge de Teotihuacan que se torna un símbolo del poder político como lo plantea Taube. Diversos tipos de serpientes son representados en los códices, como por ejemplo, las de cascabel (Crotalus sp) y los coralillos (Microrous sp). La primera de ellas aparece como parte de los atavíos de muchos dioses, entre los que destaca la falda que porta Coatlicue, madre de Huitzilopochtli. En el área maya este tipo de serpiente fue muy importante como queda evidenciado en la arquitectura de Chichén Itza. Entre los mayas y en el Altiplano Central, la serpiente era un signo calendárico de buena fortuna.

   Además de estas serpientes existen muchas otras de carácter mítico. Una de ellas es la xiuhcóatl, que posee ojos estelares y se identifica como el arma de Huitzilopochtli. Otras sierpes de la sobrenaturaleza son la de cuchillos y la de nubes. Sin embargo, de todas ellas la que posee una gran complejidad es Quetzalcóatl: la serpiente emplumada. Sin lugar a dudas, es un ejemplo de cómo un símbolo evolucionó en Mesoamérica hasta convertirse en una de las nociones más sólidas y con diversas connotaciones. Relacionada con la vegetación, el poder, el linaje, fue muy importante en el Altiplano Central y entre los mayas (conocida en esa área como Kukulcán), con queda evidenciado en la arquitectura y en el registro arqueológico de las grandes urbes prehispánicas. Fue símbolo del héroe cultural, responsable del esplendor de Tula y, ya en épocas tardías, adopta la forma de Ehécatl-Quetzalcóatl, dios del viento.

LAS RANAS Y LOS SAPOS

   Estos animales fueron importantes tanto en el área maya como en el Altiplano Central. El croar de las ranas se asociaba con la llegada de las lluvias. Estos anfibios (Rhynophrynis dorsalis) eran ataviados de color azul, por lo que algunos autores han interpretado que se trataba de las representaciones de los ayudantes de Tláloc (tlaloques). Esto sucedía en la fiesta de la veintena de Tozoztontli, celebración relacionada con el maíz, en la cual eran sacrificadas y asadas. Otra fiesta que culminaba con la ingesta de ranas, era la que se celebraba en el marco de la veintena de Izcalli. Por su parte, el sapo (Bufo sp.) es un personaje del Popol Vuh: un mensajero que fue castigado, por lo que obtuvo su peculiar fisonomía.

LOS COCODRILOS

   El cocodrilo (Crocodylus sp.) era el primero de los signos del calendario ritual de los nahuas y no sólo se relacionaba con el agua y la fertilidad, sino que en los mitos era considerado como la tierra y sus fauces como la entrada al inframundo. Fue muy importante en el Altiplano Central y también entre los mayas, en donde se relacionaba con uno de los dioses más importantes: Chaak, dios de la lluvia. En el Templo Mayor algunos cocodrilos fueron depositados en las ofrendas, simbolizando el nivel terrestre en ellas. Al igual que sucede con otros animales, antes de que esto sucediera, eran preparados, de tal manera que sólo fueron encontrados en dichos depósitos los cráneos las mandíbulas y los osteodermos.

EL PEZ SIERRA

   El pez sierra (Pristis pectinatus) es un tiburón que se distribuye en ambos océanos, pero que tiene una mayor frecuencia en el Atlántico. En las ofrendas del Templo Mayor de Tenochtitlan se han encontrado varios ejemplares representados por el cartílago rostral y, muy probablemente, simbolizaban el nivel terrestre o monstruo de la tierra de una manera análoga al significado que se le daba a los cocodrilos (cipactli). De acuerdo con los informantes de Sahagún, el pez sierra era considerado un animal muy peligroso.

MOLUSCOS

  Este tipo de fauna tuvo una gran importancia en Mesoamérica como lo evidencia la gran cantidad de ejemplares encontrados en contextos arqueológicos a cientos de kilómetros de sus ecosistemas originales. Además de ser una materia prima empleada en la elaboración de diversos artefactos entre los que se cuentan objetos que formaban parte de los atavíos de los personajes de la elite, la fauna marina era deposita sin modificación cultural, en cuyo caso generalmente representaba el plano marino del universo. El análisis realizado por el investigador Adrián Velázquez ha evidenciado que existen dos campos de significación en la colección de concha del Templo Mayor. Por un lado, hay una relación de estos materiales con aspectos acuáticos, de fertilidad, de alimentación y de generación de vida, los cuales se encuentran asociados al adoratorio de Tláloc. Por otro lado, en el ámbito sacro vinculado a Huitzilopochtli, los objetos de concha se relacionan con los astros, la guerra y los sacrificios, teniendo un sentido bélico. Ambas connotaciones no se expresan como opuestos, sino que a juicio de este investigador, parecen encontrarse sutilmente imbricados.

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(Escuela Cima)